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martes, 26 de noviembre de 2013

"Dias de Furia" por Leonardo Padrón

O ya no entiendo lo que está pasando,
o ya no pasa lo que estaba entendiendo”.
Carlos Monsiváis
Jorge y Marielena son la clásica pareja joven que gusta de celebrar la llegada del viernes. Sí, el país está complicado, pero ellos no van a dejar que les clausure el entusiasmo por la vida. Esa noche han bebido y compartido jugosos chismes con sus amigos. Regresan a su casa un poco más temprano de lo que quisieran por esa barrera de contención llamada inseguridad. Viven en Guarenas, una clásica ciudad dormitorio, y el regreso a casa siempre es más largo de lo deseable. En una curva del camino, la camioneta cae bruscamente en un hueco y termina volteándose en aparatosos giros de desconcierto y tragedia. Luego de breves segundos, Jorge se incorpora desde el manto de fierros humeantes. Ve a su esposa inconsciente y sangrando profusamente por la cabeza. Intenta extraerla del peso de la camioneta que la aprisiona. Imposible. Aturdido, se palpa los bolsillos buscando el celular. Se dispone a llamar a la policía, a un familiar, a quien sea. De pronto, ve que tres personas bajan por la ladera donde cayó el vehículo. Se alegra. A nadie le falta Dios. Vienen a ayudarlo. Son tres hombres. Suficiente fuerza para mover tanto lastre. Pero ellos siguen directo hacia el interior de la camioneta a robar lo que consigan. El más rezagado lo apunta con un arma y le pide el celular. Jorge no lo puede creer. Le ruega ayuda. El ladrón le exige prisa. “Dame el teléfono, becerro”. Jorge le dice que su mujer se está muriendo, que al menos le de chance de llamar a una ambulancia. Pero, ¿cómo les explico?, la delincuencia también tiene sus premuras. Quizás el líder de la banda le había prometido a su mujer no llegar tan tarde esa noche.
Meses después, todavía Marielena está sumergida en una severa rehabilitación para intentar recuperar el habla y la movilidad de sus piernas. La tardanza en la atención produjo daños en el cerebro.  Mientras, en algún barrio de la Gran Caracas, cerveza mediante, los tres pillos recuerdan entre risas aquella anécdota del sifrinito que lloraba desesperado para que no le robaran el “piazo de celular”.
En alguna curva del camino, este país cayó en un hueco y entre otros desbarajustes, se le salió una rueda: esa donde la vida humana era una prioridad moral.
Ya es de noche. El supermercado Plan Suárez está a punto de cerrar. Son pocas las personas que deambulan en busca de lo que casi nunca hay. Dos jóvenes, de turbia estampa, ven a una mujer de 45 años que lleva el botín dorado en su carro de supermercado: leche. Le preguntan dónde la consiguió. Ella hace un mohín con la quijada señalando un lugar y subrayando que eran los dos últimos potes. Tres anaqueles más allá, un empleado pone en segundo plano los tomates magullados y escucha algo parecido a un forcejeo y un grito ahogado. Al fondo, los jóvenes corren con el trofeo con tanto ímpetu que al vigilante apenas le da tiempo de gritarles un quieto. Al lado de las chucherías y galletas, sentada sobre su propia sangre, la señora intenta con perplejidad detener la hemorragia. Una puñalada por dos potes de leche. Eso le toca contarle a sus hijos. Si alcanza. Si se orilla a la vida.
Hay más. Recordemos que en estos días las cadenas de supermercado son sitios de peregrinaje rabioso. Sucede que tienes que hacer cola para esperar por el carrito de supermercado. 40 minutos promedio. Mientras tanto, observas la abrumadora cola que te espera para pagar lo que adquieras. Luego, cuando llevas dos tercios del  mercado hecho, te alejas un poco para buscar el té de durazno que tanto les gusta a tus hijos, vuelves y no encuentras el carrito. Te desconciertas. “Pero si yo lo dejé aquí”. Ves a los lados. Y entiendes. Algo inaudito: se lo robaron. Te asomas al pasillo central y el tráfico de carritos supera la posibilidad de encontrar al culpable. La escena se repite en todas partes. La gente se ve los carritos de soslayo, con apetencia, con ojeriza. Todo el mundo desconfía de todo el mundo. Una tarde, en el Excelsior de Los Palos Grandes, llegó el aceite. Solo 4 botellas por persona. La noticia atrajo a una marejada de gente. A la suegra de una amiga trataron, varias veces, de quitárselas. Un hombre logró burlarle una. Ante su airado reclamo, él le replicó: “Póngase mosca, señora, cuide su aceite”.
En el Twitter, una mujer se queja del desastre. Le rompieron la ventana de su carro para robarle el mercado. Ya no importan bagatelas como un reproductor de música. Algunos clientes piden bolsas negras para ocultar que llevan papel tualé y despistar a las aves de rapiña. Y no estamos en Filipinas donde hubo un tifón con miles de muertos y millones de afectados. Nosotros, uff, qué placer, chapoteamos –de aquí para allá- en el mar de la felicidad.
La usura y la corrupción han crecido como un cáncer feroz gracias a la distorsión de nuestra economía. Hay maneras de combatir la  especulación, pero el actual encargado del poder aplastó con un zapato todas las teorías y manuales económicos, todo lo que ha salido de las mentes más lúcidas de MIT, Harvard, Chicago o Princeton. Básicamente, siguió el preclaro consejo de María Bolívar, dueña de una panadería en Maracaibo y terca candidata a lo que sea, cuando la periodista Aymara Lorenzo le preguntó cómo combatiría la inflación si ganara la presidencia de la república y respondió: “bajando los precios”. Ese día, sin duda, Maduro estaba viendo televisión.
En Latinoamérica el populismo ha engendrado unos cuantos remedos de Robin Hood. Pero la más funesta caricatura la está ofreciendo hoy  Venezuela. Es así cómo un país entero está descubriendo cuán nocivo puede ser lanzar flechas sin ser arquero. No estábamos preparados para los días que han desfilado delante de nuestros ojos.
Nicolás Maduro proclama un día, desgañitado, ahíto de poder, en irresponsable cadena nacional: “Vayan y vacíen los anaqueles!!”. Medio país se vuelve una turbamulta. La gente que tenía trabajo, citas médicas, diligencias impostergables, entrega de informes, consultas en el psiquiatra, manda todo al demonio y se abalanza hacia la tienda de electrodomésticos más cercana. Cada uno se consigue con, al menos, mil personas que le antecedieron en velocidad y reflejos. La tensión se agiganta. La vieja raza de los avispados se colea, se infiltra, vuelve todo un mezclote. Algunos venden su puesto en la cola por 5.000 Bs. Otros, dos cuadras más allá, negocian la mercancía adquirida al triple del monto que pagaron. Es el delirio del capitalismo salvaje. Gritos, empujones, alboroto. Aparece la Guardia Nacional. Marca a los compradores como ganado. Las colas se hacen infinitas, exasperantes. Algún malandrín patea la santamaría de un comercio, otro le sigue, y otro. La puerta del local se llena de patadas. Muchos, entre risotadas, aprovechan para mostrar la fuerza de sus talones. La santamaría se dobla como una plastilina: el caos irrumpe sediento. El que ayer era un sereno albañil, mensajero o empleado de un cyber café hoy es parte de una horda que arrasa con lo que puede. No importa si necesita el televisor o no, el tema es que la piñata reventó y esa golilla no la puede ignorar. La palabra saqueo queda regada por la calle y proscrita en los medios de comunicación. En la noche, algún Juan llega a su casa y su mujer le pregunta urgida si por fin consiguió leche para el bebé de 4 meses. El le dice que no y abre los brazos feliz. Su sonrisa mide 50 pulgadas en HD. Que el niño vea Disney Channel, mientras se le consigue la leche.
Yorman, un mototaxista de dientes amarillos, me confiesa: “Jefe, ¿y usted cree que yo voy a esperar hasta enero a que bajen las colas? Esas tiendas no abren más nunca!”
Eso somos hoy: un país donde se confunden las colas. Unas para adquirir neveras a precios de rebatiña y otras para clamar por la existencia de aceite, harina y leche. Un país que se nos puso raro, muy raro. Hemos traspasado la franja de lo inverosímil. Maduro ordena que vacíen los anaqueles. El presidente del Indepabis pide que no, que dejen la compradera compulsiva. Jacqueline Farías, en una entrevista al periodista Vladimir Villegas, habla de lo “bellas” que son esas colas (!!!). Y en la noche, habilitante en mano, Maduro pide que le “bajen dos” al consumismo, contradiciéndose sin pudor. Los partidarios del gobierno deben estar seriamente confundidos.
De vez en cuando uno se soslaya de la realidad. Un cuadro viral me sacó de mi carril durante tres largos días. Con las cortinas cerradas, decidí hundirme en las páginas de “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, un adictivo libro de Joël Dicker que ganó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Perseguí en el televisor un juego Caracas-Magallanes, que los Leones perdimos torpemente. Escuché música. Y, tardíamente, aterricé en la prensa del día. Mis ojos se toparon con un reporte de la cadena de noticias CNN: “La cruda verdad es que Venezuela está desperdiciando las mayores reservas petroleras del mundo y ya se está comenzando a parecer a Corea del Norte”. Abrí las cortinas. Abrí la nevera. Abrí el Twitter. Y comencé, de nuevo, a ingerir paladas inmensas de realidad nacional. Todo sigue en un crescendo apocalíptico. Desviar la mirada no resuelve nada. Escruté el calendario. Las elecciones del 8 de diciembre están cada vez más cerca. Por algún lado tenemos que empezar. Que la furia sea tu mejor voto.
Publicado en Leonardo Padrón

viernes, 22 de noviembre de 2013

Carta de despedida del Gabo de la vida pùblica

El escritor colombiano Gabriel García Márquez se ha retirado de la vida pública por razones de salud: cáncer linfático. Ha envidado una carta de despedida a sus amigos, y gracias a internet está siendo difundida.
Una carta que dice así:
“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera. Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que el solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no lo está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentaras el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento” “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan".
Fdo.: Gabriel García Márquez

miércoles, 20 de noviembre de 2013

martes, 19 de noviembre de 2013

domingo, 17 de noviembre de 2013

Frase del Dia






"Soñaba con un abrazo que la ahogara y siempre se metía con mancos."
Brontis Jodoroswky

sábado, 16 de noviembre de 2013

Qué harás con esa voz?




Esa fue la pregunta que alguna vez me hizo una señora desconocida, corría el año 1991, tenía entonces unos 16 años, cantaba para la coral del colegio, era soprano y solista, interpretaba el tema "Panis Angelicus" de César Franck, tema ya conocido por lo menos en los corredores del colegio, algunas iglesias en mi ciudad natal Maracaibo y ahora en la capital Caracas donde para ese entonces hacíamos una pequeña gira.


Esa gira nos llevó al colegio Mater Salvatoris de la ya citada ciudad, anteriormente nos habíamos presentado en San Cristóbal. Tengo hermosos recuerdos de esos viajes con mis compañeras del coro, todas mujeres entre 13 y 17 años.

Pero comencemos desde el principio, mi madre me cuenta que cuando era muy niña sufría de fiebres altas, provocadas en su mayoría por mis amígdalas al parecer un poco grandes, se infectaban y provocaban esas altas temperaturas, mi madre nunca quiso operarlas, cuento esto, porque ella me decía que en medio de mis delirios febriles yo comenzaba a tararear canciones, al parecer la música era lo que me calmaba, ella misma me cuenta que cuando era recién nacida para dormirme no se ponía a cantar, debido a su voz ronca, sino que siempre me colocaba la radio en frecuencia modulada donde cada noche sonaban temas de obras clásicas.

Así, en medio de la radio, los clásicos, la ópera, fui creciendo musicalmente. De niña adoraba la radio, muchas veces cambiaba las barbies, los muñecos para solo sentarme y escuchar música, en inglés o español, horas pasaban y aprendía de memoria muchos de los temas que para aquella época sonaban, soñaba con algún día estar allí dentro de ese aparatico pequeño y que mi voz se escuchara en muchos sitios.

Muchas noches acostada en mi cama me visualizaba cantando en grandes escenarios, ponía mi walkman y al son de algún tema de Madonna o Cindy Lauper, me sumergía placidamente en un bello sueño.

A los 12 años, una madrugada de Diciembre, acompañé a mi madre y a mi tío abuelo Jose Luis, a una misa de aguinaldos en la Iglesia cerca de casa, para mi sorpresa ese día cantaba la coral de mi colegio Mater Salvatoris, al ver ese grupo de "niñas" cantando aquellos villancicos, supe de inmediato cual seria mi próximo reto: pertenecer al coro.

Una vez comenzada las clases, mi primer año en bachillerato, nuevo uniforme y pronto anunciaron las pruebas para elegir las nuevas integrantes de la coral. Allí estaba yo, lista para asumir el reto, recuerdo el día como si fuese ayer, varias amigas y yo nos aproximábamos al salón de música, allí se encontraba el profesor Hector, conductor del coro, frente al piano listo para escucharnos a cada una y dar su veredicto.

Una a una íbamos, el nos daba la primera nota en el piano, nos decía "sigue la nota, con un LA", a medida que el nos escuchaba subia o bajaba las notas, pronto tocó mi turno, poco a poco iba subiendo las notas y yo con cierto asombro escuchaba como podía seguirlo, incluso las mas altas, recuerdo mis nervios, pero también la satisfacción cuando me dijo que era soprano. Oficialmente era un miembro mas del coro.

 Al pertenecer a este selecto grupo, el reto vendría acompañado del compromiso y la disciplina, horas y horas de ensayo, presentaciones no solo en las comuniones y graduaciones del colegio, sino fuera de el, en iglesias, teatros, y hasta un disco grabamos en celebración del aniversario numero 25 de la institución. Un día se decidió montar la obra "Panis Angelicus" de César Franck, se hicieron varias pruebas y quedé seleccionada como la solista del tema, recuerdo la emoción, los nervios y el compromiso.

En muchas ocasiones me tocó interpretarlo, perdí la cuenta, incluso la canté en el Teatro Bellas Artes al lado del reconocido tenor marabino Jorge Quintero, la grabé para el disco de vinilo de aniversario del colegio, que aun conservo, e incluso aparecí en la televisión regional. Lo que mas recuerdo es cuando justo tocaba el momento de cantar el tema, yo tenia que adelantar unos pasos al frente de la primera fila y así sobresalir del grupo de las sopranos, recuerdo el terrible temblor en las piernas de los nervios y como nunca entendí que la voz no me saliera temblorosa en esos momentos de alta tensión.

De todas las veces que la canté, recuerdo muy en especial el día que la interpretamos en la basílica de Táriba cerca de San Cristóbal, donde su acústica excelente hacia que cada nota sonara una mas bella que la otra.

Llega el momento de graduarnos y dejar atrás el colegio para seguir con nuestras vidas universitarias y atrás queda el coro con sus uniformes rojos, las media blancas, el lazo negro para el cuello de la blusa blanca, los ensayos, el salón de música, el piano, los regaños no solo del maestro Hector sino de nuestra protectora, guía y fuerza, la hermana Vecino.

No quise, sin embargo, dejar mi canto, mi voz, me sume luego a otra coral, ahora conformada por hombres y mujeres, conducida por el maestro Victor Hugo, al conocerme, me dijo: "tu eres la solista de la coral del Mater?", le dije que si y así entré a este nuevo grupo que con el tiempo tuve que abandonar debido a mis compromisos con mi carrera, que cada vez me exigía mas tiempo.

Pasan los años, me gradúo en la universidad, sigo cantando, pero ya no en corales, ni iglesias o teatros, sino en el carro, a todo gañote, sonando al son de algún cantante o agrupación que escuchara en el momento.

Pronto cumpliría otro de mis sueños, que mi voz se escuchara y saliera de ese aparatico que llamamos radio, luego de graduarme de comunicadora social, me reúno con un colega con el cual había trabajado anteriormente en un canal de televisión regional, me propone que trabaje con el en radio y bingo!, allí estaba yo ahora en una cabina radial al principio no al frente de los micrófonos, pero eso vendría después.

Investigo y escribo noticias musicales, algo que realmente disfrutaba muchísimo, aprender de nuevas agrupaciones, nuevos géneros y compartirlos con la audiencia, me fascinaba. Un día, llega la propuesta de no solo escribir, sino dar las noticias al aire junto a mi compañero, recuerdo los nervios frente al micrófono, pero el placer es inolvidable, que mágica es la radio, no solo tuve un programa sino dos, el otro lo realizaba con gran amor y satisfacción al lado de una gran amiga del colegio e ilustrada musical, Cybele, varios domingos educábamos y acompañábamos musicalmente a un selecto grupo de radioescuchas que nos seguían fielmente, sedientos de nuevas y frescas alternativas.

La vida da muchas vueltas y es así como termino saliendo de mi país, residenciando en otro, convirtiéndome en inmigrante y mis prioridades cambian, al cambiar, muchos de estos sueños lo hacen también y se ven arrinconados a un lado o standing by, al menos por un buen rato. Me encuentro ahora en sets, trabajando en producción para comerciales de tv o vídeos musicales, no muy lejos de donde siempre he estado, solo desde otra perspectiva.

Una vez entre a unas clases de canto en el College, un curso corto, pero que me permitió al menos saborear por un rato esa nostalgia del canto, pertenecí a una coral en una iglesia que me quedaba prácticamente al frente de donde vivía, allí volví a vivir la disciplina de asistir a unos ensayos, a unas presentaciones, fue corta mi estancia allí, ya que mis compromisos laborales y sin horarios específicos me impedían cumplir cabalmente con lo que se esperaba de mi.

Años después decido realizar unos cursos de voice over, empleo correcto de la voz para comerciales, documentales o cualquier otra manifestación audiovisual que requiera una voz en off, ejercicios de respiración, algo a lo cual a estas alturas estoy bastante bien entrenada, acento neutro, dicción y modulación, fascinante mundo al cual aun no he entrado, pero que me gustaría.

La voz, mi voz, nuestras voces, para mi es algo tan importante, como apasionante, como sexy, saber usar la voz, la voz que nos dieron, el talento de comunicar, con palabras hablada o cantada, tararear, susurrar, ahora siento que estoy en ese punto de mi vida, donde esos sueños que están allí, arrinconados, standing by, pero fieles, haciéndote señas, te dicen que no los olvides, y así será, aunque sea que me vean cantando una vez a la semana en un kareoke, interpretando mis temas favoritos, en alguna fiesta cantando al lado de una guitarra compartiendo con amigos, o quien sabe, con algún programa de radio vía internet, por aquí y por allá, les haré saber…. que haré con mi voz.


Paola Iragorri