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miércoles, 29 de julio de 2009

No…Domingo!



Yo nací un domingo, un domingo de 1974. Cuando era pequeña recuerdo que no me gustaban los domingos, porque representaba el termino del fin de semana y la diversión, había que preparar el uniforme y los útiles escolares para el comienzo de clases y la semana, pero también me llenaban de ilusión, porque significaba ir al cine como buen ritual dominguero que represento por varios años una especie de escape y motivo de inspiración e imaginación.

Mi padrino era quien se encargaba de llevarnos, a mis primas y a mi, al cine cada domingo, quizás fue su dedicación, su amor escondido por el séptimo arte o solo por complacer a estas niñas ya mal acostumbradas a este dizque ritual lo que lo llevo por varios años a seguir esta tradición. Luego de almorzar como todos los domingos, en casa de mi abuela Tita y lavar los platos llenos de salsa de tomate y restos de spaghetti con carne, estábamos listas para asistir al cine de tres y media de la tarde y a veces (si era feriado) y no había que levantarse temprano al otro dia, a la función de cinco y media.

Películas de todo tipo, de drama, comedia, e incluso esas típicas de semana santa las vi en el cine, desarrolle un gran amor por casi todos los personajes que veía en la gran pantalla y cada vez que salía de la sala me imaginaba ser uno de ellos o por lo menos me ilusionaba con vivir algunas de esas aventuras de la heroína o el héroe de ese domingo.

Los años pasaron y claro en medio de la pre-adolescencia, los gustos cambiaron un poco, mi amor por el cine continuaba, ya incluso podía entrar en las películas para catorce años y apenas tenia doce, pero mis sentimientos se diversificaron y ahora era el futbol mi pasión.

Cada domingo a las ocho de la mañana, me despertaba a ver el futbol italiano, desde que descubrí, gracias a mi padre que tenia raíces italianas pues la liga italiana y, por ende el Sauri, se convirtió en mi color y mi equipo favorito. Ahora no tenia mas ojos sino para mis bellos y bien formados jugadores, me sabia todos sus nombres, apellidos e incluso su pueblo natal.

Este amor duro casi toda mi adolescencia. Corría el año 82, campeonato mundial de futbol en España, en el partido final jugando por el titulo de campeón se debatían el equipo teutónico, es decir, Alemania contra el Sauri. Nos reunimos, como cada domingo, en casa de mi abuela para ver el partido, entre spaghetti, carne y pan Frances mojado en salsa de tomate, la sala se convirtió poco a poco en un pequeño terreno de batalla, donde varios de mis primos apostaban por Alemania y la otra que era la mayoría por Italia.

El partido termino como muchos saben dejando a Italia como campeón y a Paolo Rossi como su nuevo héroe ese año, la emoción se sintió en casi toda mi familia, excluyendo, por supuesto, a aquellos que ahora cabizbajos debían lidiar la derrota alemana no sin antes dejar bien en claro que la copa se las habían robado y que para el próximo campeonato, serian campeones, bueno paciencia y esperen cuatro años.

Por varios años seguí fanáticamente la liga italiana todos los domingos y esperaba con ansias el periódico de los lunes y poder recortar la tabla de clasificación para llevar un control de cómo iba mi equipo que por cierto era y es el AC Milán.

Durante mi vida escolar, ya en bachillerato seguí asistiendo al cine todos los domingos, claro con algunos cambios, ya no era mi padrino quien me llevaba, ahora eran los amigos, nos agrupábamos y nos íbamos un batallón de diez al cine a ver la película del momento.

Al llegar a la universidad, muchos de los amigos nos separamos, yo encontré otro grupo y con ellos también compartí el amor al cine. Casi todos los domingos, luego de cantar en la misa de siete de la noche, porque también había desarrollado un amor al canto que venia cultivando desde que tenia trece años al entrar al coro del colegio, continúe con esa actividad, y luego, en la época universitaria , en un coro mixto, donde nuevas amistades surgieron.

Nos poníamos de acuerdo cada domingo al finalizar la misa e irnos todos al cine. Aquello parecía mas un ritual social que otra cosa, era como lo que comúnmente hacían todos los muchachos y la misa se había convertido en el punto de encuentro para malestar de algunos adultos y del mismo padre que no consentía esta nueva “moda” juvenil.
Ya en la facultad, otros ideales y corrientes cinematográficas pasan a ser parte de mis nuevos gustos y ahora no solo iba los domingos al cine, también iba a trasnocho y asistí un par de ciclos de cine Frances o español o cualquier otro evento.

Los domingos no eran los mismos, de aquellos que recuerdo cuando era niña, ahora se habían transformado en un dia mas melancólico, quizás porque me encontraba aun atada a muchos recuerdos que llevo conmigo.

Ya no hay almuerzos en casa de mi abuela Tita, ya no hay spaghetti o salsa de tomate, ya no hay platos con sobras que lavar, ya no hay futbol, con los años crecí y así mismo mis bellos jugadores, ahora ni se donde están, y los que ahora están , incluso menores que yo. Todos crecimos y muchos nos fuimos y aventuramos en otros lugares; muchos ya están casados y ahora disfrutan esos domingos con su recién creada familia.

Ya no hay cine los domingos, por lo menos ya no es un ritual. Aquí, donde vivo ahora, ir al cine es casi un lujo, por eso alquilo o compro dvd’s e imagino mi cuarto como una gran sala de proyección: lloro o río depende de la ocasión, aunque debo admitir que casi todos los domingos por las tardes llena de nostalgia no puedo evitar derramar lagrimas movida por algún recuerdo o por algo inconcluso.
Por eso me preparo durante la semana, para cuando llegue el domingo no me encuentre desprevenida.

Paola Iragorry
2006

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